viernes, 4 de diciembre de 2009

Un recital en serio, carajo!


No hay palabras, no hay imágenes, no hay videos que puedan llegar a ilustrar mínimamente lo que pasó el 2,4 y 6 en la cancha de River. El espectáculo sobrepasa cualquier cosa imaginada, y es en cierto modo intransmisible.

Pero de todas formas me encuentro en el lugar de tener que escribir algo al respecto, para tratar de ver si puedo ordenar un poco todos los sentimientos, todas las ideas, toda la electricidad que me quedó en el cuerpo después de haber vivido un recital de AC/DC


La experiencia fue algo mucho más fuerte de lo que me hubiera imaginado, fue demasiado irreal. Cinco viejos arriba de un escenario espectacular dieron cátedra. Vinieron y dijeron: “las cosas se hacen así” y eso es demasiado importante, sobre todo en una época donde uno ya duda que “las cosas” se puedan hacer del todo. Fue mesiánico, divino, los australianos dijeron “que haya rock”, y hubo rock.



Hubo show también, un show de otra época hasta en el más mínimo detalle: desde el hecho que las entradas tuvieran el logo de la banda y no su nombre escrito con Arial en mayúscula hasta una Rosie inflable de unos 10 metros cabeceando desde el fondo del escenario, desde los cuernitos intermitentes que repartían desde el escenario hasta la enorme locomotora del “Rock And Roll Train”, y los cañones, y la enorme campana de “Hells Bells”, y las chicas del campo mostrando sus pechos y apareciendo por la pantalla principal. Un recital en serio, carajo. Un recital en serio en los días posmodernos en los que los campos se iluminan con la luz de las pantallitas de los celulares. Un recital que te lleva a las mejores épocas que vivió el rock.

Pero aún así, todo ese contexto en realidad careció de importancia. Angus Young se puede poner a tocar la SG con el escenario completamente despojado y el resultado va a ser el mismo, la música va más allá de los fuegos artificiales, incluso va más allá del sonido en sí. Se sintió en la piel. Podías cerrar los ojos y taparte los oídos y había algo que igual iba a hacerte saltar, estaba la sensación de estar viviendo algo demasiado bueno, la sensación de saber que tanto la gente que desde hace mucho tiempo viene puteando al rumor de “este año vienen” y la gente que llegó conociendo solo la melodía de “Highway to Hell” estaban gritando al mismo tiempo, la sensación de 60 mil personas mirándose a la cara y diciendo “no lo puedo creer”.


En River no hubo música, hubo rock, y eso es algo mucho más mágico. Fue una cosa dura, directa, básica, sin demagogia. Fue una cosa barrial e internacional. Un acto colectivo donde el público y la banda dejaron el cuerpo en “Shoot to Thrill” y la voz en “The Jack”. Fue el momento de entender que el mito de escuchar en vivo “Higway To Hell” no tiene nada de trillado ni de ingenuo, y que si ese tema, por más quemado que esté, se convirtió en un himno, por algo fue.

En River se vivió la paradoja de encontrar algo casi religioso en las más mundanas y seculares canciones. Puños en alto gritando “oy oy oy” al ritmo de “T.N.T” mostraban ese maravilloso cruce entre lo sectario y lo masivo que provocan este tipo de bandas.



En River estuvo AC/DC y ahi quedo el mejor recital de toda mi vida...


2 comentarios:

  1. Me hubiera gustado no haberme quedado sin entrada. Me hubiera fascinado cantar Thunderstruck a los gritos, haber saltado al ritmo de highwell to hell y haber escuchado the jack y volverme loca.
    PEEEEERO me lo perdí, y acá estoy
    AN GUS TIA DÍ SI MA (?)
    jajaja (:

    ResponderEliminar
  2. Uh, cuantas ganas tuve de ir! Pero bue, Metallica me espera con ansias ^^

    ResponderEliminar